Vi también a otro ángel que venía del oriente con el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles a quienes se les había permitido hacer daño a la tierra y al mar: «¡No hagan daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que hayamos puesto un sello en la frente de los siervos de nuestro Dios!». Y oí el número de los que fueron sellados: ciento cuarenta y cuatro mil de todas las tribus de Israel.

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